Lena no sabe lo que le está pasando. Todo resulta raro para ella. Raro y nuevo, pues ha perdido la memoria en un accidente de tráfico que también ha matado a sus padres.
Sin embargo, poco a poco descubre en lo que se está convirtiendo. Se encuentra en un paso intermedio entre la vida y la muerte, donde cada latido del corazón supone un terrible dolor y todo que puedes sentir no es más que furia descontrolada y la agonía de vivir eternamente. Donde el peligro se encarca en rostros de porcelana, donde el amor es una bestia que acecha sedienta de sangre y te arranca el corazón mientras duermes. Y la felicidad... la felicidad es un delito que se paga muy caro.
Lena desea morir. Morir de verdad. Salir de aquel paso intermedio. Y para ello, suplica al único que ser que puede hacerlo sin remordimientos, sin piedad. Pero nadie podría saber que se enamoraría de él. <<Le di la vuelta al ensayo. No, no era muy probable que el imperio maya me ayudara a reconstruir mi pasado. Fui a dejarlo de nuevo en su sitio cuando algo pasó por mi lado, como una brisa helada. Giré la cabeza para ver de que se trataba y me quedé congelada en el lugar. El vello de la nuca se erizó y un extraño escalofrío me recorrió toda la espalda. Contuve el aire, incapaz de respirar, y de pronto, sentí una sentí una dolorosa punzada en el pecho. Me llevé la mano hacia allí, repentinamente mareada. Mi corazón latió con tal fuerza que me hizo retroceder, un único latido que bombeó un intenso dolor por todo mi cuerpo. Un espasmo brutal al cruzar mis ojos con los suyos. Era un chico, pero no uno cualquiera, como una sombra oscura, siniestra y fascinante.>>
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